El sonido de las llaves activa la incertidumbre de enfrentarse a algo desconocido, a algo que puede resultar extraño, incómodo, agradable o paradisiaco. El gran murallón de fierro se abre ante nuestros ojos y lo primero que sucede es que el brillo del verde pasto encandila los ojos de tal manera que las manos se van a la frente haciendo sombra al sol.
Que lugar! Ya adentro, viejos y grandes, jóvenes y niños, todos felices por la maravilla que les rodea. En pocos minutos esto pinta para algo increible. Los ojos de los mayores miran atónitos cada uno de los parajes de este lugar que encanta a simple vista. Los pequeños corren como si estuvieran en el mejor parque de diversiones del mundo, y tus ojitos me miran agradecidos.
Dispuestos todos a pasar un momento más que agradable nos alistabamos para el primer bombazo, un estruendo distinto a cualquier otro. La compañía al fin era perfecta, la felicidad se notaba en cada uno de los presentes, risas, chistes, bromas, nervios, amor, eran cosas que sobraban de cada uno. Momento exacto para sentirse un hombre hecho y derecho, el pensar que así será la vida de aquí en adelante me dejaba sin palabras, en éxtasis y gozando de un momento que parecía y era perfecto.
Horas después -ya todo en silencio- quedaba muy poca gente en este paraíso, las copas llenas y vacías se hacían frecuente. Sentados en este frío poco común, todo lo verde del día pasaba a ser negro de noche, pero el interior era más rojo que nunca. Palabras lindas salen de dos bocas que se hablan con más sinceridad que nunca, el amor existe.
Ya en otro lugar del paraíso, donde el silencio no es bienvenido, los amigos eran parte fundamental, cada uno felices con lo que tenía al lado. Días y noches enteras alumbraban a esta parte de la tierra, y a cualquier hora. Intentos de agresiones cariñosas se tornaban dolorosas y a la vez encantadoras. Cada cosa que sucede en este lugar es buena. Lo malo se transforma en alegría, y de esto se puede aprender mucho.
Ya en otra secuencia, esta vez formada por un volante, algunos vidrios y dos asientos que se mueven hacia adelante con el ritmo de la música. La gente mira curiosamente cada vez que nos acercabamos a ellos. Pero nada se compara a esa vista sucia que miró asombrada al vernos. Todo pasa por algo en esta vida.
Ya cumplido todo, no se puede pedir más, pero en este paraíso donde las cosas buenas pasan a cada rato no me puedo cegar ni negar a que sigan sucediendo actos maravillosos como hasta hoy. Bienvenido sea todo lo que acá pasé, de ahora en adelante.
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